domingo, 24 de abril de 2011
sábado, 23 de abril de 2011
ARQUETIPO
El arquetipo de Ogum es el de las personas violentas, peleadoras e impulsivas, incapaces de perdonar las ofensas de que fueran víctimas. De las personas que persiguen enérgicamente sus objetivos y no se desaniman fácilmente. De aquellas que en los momentos difíciles triunfan donde cualquier otro habría abandonado el combate y perdido toda la esperanza. De las que poseen humor mutable, pasando de furiosos accesos de rabia al más tranquilo de los comportamientos. Finalmente, es el arquetipo de las personas impetuosas y arrogantes, de aquellas que se arriesgan a ofender a los otros por una cierta falta de discreción cuando les prestan servicios, pero que, debido a la sinceridad y franqueza de sus intenciones, se vuelven difíciles de ser odiadas.
Ogún, precursor de la industria del acero
La nación Ijesá, que abarca las ciudades de Iré, Ifé, Ipondá, Osogbo, Oka, Owo, Ogotun, Okene, Benin, cada una de las cuales tienen sus propios orisas, patronos de los lugares. Ogun lo encontramos en Iré según todas sus leyendas y sus actuales tradiciones así lo indican. En Ifé, el guerrero que la defiende y en Ondó lugares donde los mitos nos llevan a verlo como el gran conquistador.
Oní de la ciudad de Iré, representante de Ogun. De la unión de estos dos nombres sale el saludo Oguniré- Ogunie - Ogun Rey de Iré.
ALOIRITAN OGUN
Leyendas del Espíritu de Hierro
ÒGÚN ADÉ
OGUN WA’LE ONIRE
El Espíritu de Hierro vino a
ÌMÓ ÒGÚN
Teología del Espíritu de Hierro
ÒGÚN ÀYÀNMO-ÌPIN
El Espíritu de Hierro y el concepto de destino.
ÒGÚN ONITOJU ASE
El Espíritu de Hierro como fuente de Energía.
ÒNA ÒGÚN
Los caminos del Espíritu de Hierro
ILÉ ‘ BORA
El Santuario del Espíritu de Hierro
ILÉ ‘BORA
Santuario para los rezos y meditación para el Espíritu de Hierro. ILÉ ‘BORA ORIKE Santuario para la invocación del Espíritu de Hierro.
ADIMU ÒGÚN
Ofrendas al Espíritu de Hierro
EBO OGUN
Ofrendas de fuerza de vida para el Espíritu de Hierro. AJÁBO ÒGÚN Hechizos para la protección con el Espíritu de Hierro.
ÒGÚN ONI’RE
El Espíritu de Hierro como una fuente de buena fortuna.
ORIN ÒGÚN
Cantos para el Espíritu de Hierro.
Templo de Ogun Igboigbo en Isedé. Sacerdotes saludando a la entrada.
La única función de Ògún es la de quitar todos los obstáculos que se encuentran en el camino de la evolución Espiritual, y esto incluye la evolución de todo lo que es. Ògún debe sacrificar todo lo que se interponen en el camino de la evolución Espiritual. Debido a ello Ògún es considerado como el Guardián de
Un día que Ògún decidió ir a visitar a sus amigos de Ilé Ife (tierra extensa), comenzó a bajar por el camino que lo llevaba de la oke giga ( la montaña), al afonijojí ( el valle). Cuando vivía en el igbo (bosque) Ògún se cubrió con mariwo (hojas de palmera), lo que le daba una apariencia de un hombre salvaje.
A la primera ciudad que el se aproximó se llamaba Ire ( buena fortuna) en las afueras de Ekiti (montículo). Mientras descansaba en Ire (buena fortuna), Ògún ayudó a la gente de la villa a derrotar a sus enemigos. Desde ese día fue conocido como "Onire", que significa "El jefe de Buena Fortuna".
Escultura en columna de madera representando hombre con ofrenda.
Ògún decidió continuar su viaje a Ilé Ife, aún cubierto con la sangre de la batalle. Cuando arribó a la ciudad sagrada, la gente de Ilé Ife estaba asustada del hombre salvaje vestido con mariwo (hojas de palmera) y que llevaba las marcas de la guerra. Le imploraron que dejara la ciudad. Ògún no los eschucho y en vez de retirarse, se lavó y limpió y apareció en el centro de la cuidad como Osim Imole ( El primero entre los Inmortales). Cuando la gente de Ilé Ife se dio cuenta de que el hombre salvaje al cual ellos despreciaron era su jefe, le rogaron que los perdonara y le pidieron que se quedara.
Ògún se negó al pedido de su pueblo de que no se fuera, y dijo que el ya no quería ser mas el primero entre los Orisha (los inmortales). En ese día Ògún se retiró a igbo ( el bosque), donde el vive hasta el día de hoy danzando entre los árboles. Es por eso que todos los que trabajan con Ògún (el Espíritu de Hierro) dicen: "Da fun Ògún awo, ni jo tima lana lati ode Ògún wa si is salu aiye, fun ire ida" , lo que significa " El Espíritu de Hierro te da este secreto, danzando afuera en los caminos abiertos, El Reino de lo Invisible viene a
Hijos de Ogun antes del trance.
Comienzo del trance con el grito de guerra de Ogun.
Comentario: En muchos libros escritos sobre el Orisha Ògún, se lo describe como un "guerrero sediento de sangre", quien constantemente invocaba destrucción y violencia. Esta descripción representa mas a una imagen estereotipada de lo que es un cazador africano a lo que realmente, de lo que son los principios metafísicos representados por el Espíritu de Ògún.
Para la gente que vive en un medio urbano el concepto de caza se limita a la idea de cazar como un deporte, en cambio para la cultura Yoruba no es visto de este modo, para esta cultura la caza es un componente muy importante para la sobrevivencia de la comunidad.
Lugar donde se realizan las ofrendas de los animales preferidos de Ogun en Oyos.
Asentamiento de Ogun frente a las puertas del palacio de Ilé Ifé.
El mito de Ògún presenta información metafisica e historica sobre el rol de cazador en
Comienzo de la danza en homenaje a Ogun en el templo de Ondó.
CLASIFICACIONES DE OGUN EN LAS NACIONES QUE INTEGRAN EL BATUQUE
Ogun Abagan: Es el señor de los caminos del centro de la encrucijada. Además es el guardian de las puertas del Ilé.
Ogun Oniré (OnIlé):Rey de Iré. Es el campesino, el guerrero, el conquistador, el que defiende su reino tras haberlo unificado, el guerrero que se transformó en estadista y defiende a los humildes, el granjero, el hacendado, el labrador, el que utiliza las herramientas de hierro para la labranza.
Ogun Adiolá (Aladá): Es el Ogun de la playa, el que va a la guerra con Iemanjá, el general de Oxalá, el que lo salva cuando Oxalá cae en el lodo abandonado por Xangó. Trabaja verde y de las áreas cercanas al mar
Ogun Olobedé (Alaguedé): El Ogun brutal, el que vive en el monte, el del hierro, el forjador, el que maneja la fragua. En definitiva el forjador que modela y trabaja el hierro.
lunes, 18 de agosto de 2008
Pae Ogun Segundo orixa en ser llamado Ogun es el dios de la guerra, de la energía y del metal Ogun mantiene la materia en movimiento, Ogun es el sustento de la vida Ogun vive en el cuchillo, y con él, claros una trayectoria para el hombre. Ogun es tecnología. Ogun es la fuerza de la gravedad, la fuerza de la atracción. Ogun representa las herramientas que forman al hombre. realzando vida de uno. Ogun es nuestro latido del corazón y la contracción final durante nuestro nacimiento. Ogun es accidentes automovilísticos y heridas de arma. Ogun es el guerrero, el cazador y el granjero. Ogun es el dios de la lealtad, la verdad y la vida. Ogun es el amo de los secretos, de la fundición y de las habilidades, y las artes, de profesiones y de creaciones. No pidas justicia, pues, si él te alla culpable, te hara pagar. Ogunhe meu pai |
lunes, 10 de diciembre de 2007
Cuando Olofin confió su gobierno a Ikú y Ogún, no se conocían las enfermedades ni los sufrimientos.
Un día en que los jóvenes organizaron una fiesta, uno de ellos compró otí y le brindó a Ogún que bebió hasta emborracharse.
El dueño de la forja y los metales se acostó a dormir. Al rato, llegó Ikú que debía consultarle unos problemas urgentes y quiso despertarlo. Ogún furioso le cortó una mano a su compañero con el machete. La sangre corrió por todas partes. Todo aquel que la pisó se enfermó gravemente.
Fue así que se conoció la enfermedad en la Tierra.
Cuando Orula nació, Obatalá, que estaba furioso por el incesto de su esposa Yemú con Ogún, su hijo, se llevó al niño y lo enterró lejos de la casa debajo de una ceiba.
–El siguiente hijo de aquel matrimonio fue Shangó; era un niño tan hermoso que Obatalá no pudo hacerle daño y se lo entregó a Dadá, la mayor de sus hijas para que lo cuidara.
Dadá llevaba a Shangó todos los días a ver a su padre. Como era muy despierto le llamó la atención que su madre estuviera siempre llorando. Le preguntó al padre, quien, un poco hoy y otro mañana, se lo contó todo y sembró en él un odio fiero hacia Ogún.
Obatalá se ponía cada vez más viejo por lo que se le olvidaban las cosas. Un día, cuando Shangó era ya hombre, Eleguá le pidió que le hablara al padre sobre Orula. Cuando conversaron sobre el asunto, Obatalá se sintió muy apesadumbrado por lo que había hecho con el pequeño Orula, pero Eleguá le afirmó que había visto en un lugar un
hombre enterrado hasta los brazos debajo de una ceiba y que él le había llevado comida.
Obatalá fue en busca de su hijo y le imploró perdón. Luego le pidió que volviera a la casa, pero Orula se negó y alegó que la naturaleza le había proporcionado todo lo que él necesitaba para profetizar. El padre, en desagravio, tomó madera del árbol y le construyó un tablero: –Desde hoy –le dijo– todos los hombres tendrán que consultar contigo.
Ogún y Shangó todo lo compartían y acudían juntos a las fiestas donde se divertían de lo lindo.
No faltó algún envidioso que le dijera a Ogún, al oído, que Shangó sólo quería sobresalir porque se consideraba superior, ya que era muy buen bailarín, y tocaba el batá mejor que todos y quería, por eso, a las mujeres más bellas para él. Ese mismo le dijo a Shangó que Ogún se moría de envidia porque Oshún, la mulata linda, estaba loca por él, que el herrero estaba planeando traicionarlo y que tuviera mucho cuidado.
Tantos fueron los chismes y tan grande fue la intriga, que los otrora inseparables amigos se disgustaron entre sí.
Ogún se acuarteló en el monte y puso trampas erizadas de puntiagudas flechas para esperar a Shangó.
Se desató una guerra feroz. Shangó tiró rayos y Ogún trató de decapitarlo con su afilado machete.
Completamente fatigado, ya casi sin aliento, Ogún fue a refugiarse en la montaña. Shangó, que también estaba agotado, buscó refugio en el mismo lugar.
Allí se encontraron ambos guerreros y como sus fuerzas ya no les permitían continuar el combate, acordaron una tregua. Mientras tanto comenzaron a conversar y a reprocharse mutuamente el haber comenzado aquella irresponsable contienda.
Hablando y discutiendo lo ocurrido, quedó claro para ambos que la causa de todo había sido los chismes de los envidiosos, por lo que se reconciliaron ese mismo día.
Ogún era hijo de Yemayá. Por su nobleza, bondad y disciplina, la madre le concedió la gracia de ser el único que podía descargar los barcos, negocio con el que ganó mucho dinero.
También Olofin se fijó en él y gracias al ashé que le entregó, pudo ser un gran cazador. Así fue que cambió de oficio, pues sus enemigos, por envidia, no lo dejaban vivir tranquilo.
Una vez que andaba de cacería por el bosque, se hincó con un mata de espinas. Adolorido pudo caminar un trecho hasta que se encontró con Oshún, la que de solo mirarlo quedó prendada de aquel fornido y apuesto hombre. La dueña de la gracia y la coquetería le curó las heridas con una yerba de la que únicamente ella conocía el secreto.
Fue tan repentino el amor que ambos sintieron, que a partir de esa misma noche se quedó a vivir en casa de la hermosa mulata. Sus enemigos, poco a poco, se fueron olvidando de él.
Aquel amor que parecía eterno, no lo fue, ya que Oshún, aburrida de tantos halagos y de la monotonía de la vida conyugal, un día huyó con otro hombre.
Ogún tuvo un disgusto con Orula a causa de Oshún, la dueña de la feminidad y la dulzura, que lo había abandonado para irse a vivir con el adivino.
El dios de los herreros se reunió con varios de sus hijos y les ordenó quemar la casa de Orula, la que podrían identificar ya que era la única en el pueblo que tenía un gallo amarrado en el patio.
Como todas las mañanas, Orula se había registrado la suerte con su tablero y el oráculo le había aconsejado que soltara el gallo, cosa que hizo sin demora.
El gallo, al sentirse libre, estuvo revoloteando por los alrededores hasta que fue a caer en casa de Ogún. De esta suerte, los aguerridos hijos del forjador, al verlo ahí, creyeron que era la casa que les habían ordenado destruir y, sin más reparos, la incendiaron.
Hubo un pueblo donde todos los perros estaban muy flacos porque nadie les daba de comer. Un día, alguien se compadeció de ellos y empezó a darles las sobras. Los demás, poco a poco, fueron haciendo lo mismo.
Los canes empezaron a engordar y estaban muy contentos de cómo los trataban en aquel sitio.
Pasó algún tiempo y apareció allí un hombre que dijo llamarse Ogún quien, intrigado por la conducta de aquellos seres que no trabajaban ni producían nada y a quienes todos trataban tan bien y les daban de su comida, preguntó cómo los llamaban y por qué estaban tan gorditos.
Nadie le supo explicar a ciencia cierta, por qué los querían tanto, pero le respondieron que eran animales simpáticos y cariñosos que no hacían daño a nadie.
Ogún traía mucha hambre, pues venía del bosque y las cosas se habían puesto muy difíciles ese año. Por eso, al ver un perro negro muy gordo, le resultó apetitoso y decidió que se lo comería.
Probó la carne del animal y le supo bien, Entre las dentelladas que daba a uno de los muslos de su presa, les aseguró a los que se amontonaron para verlo:
–Creo que desde este momento me comeré un perro negro de vez en cuando.
Ogún, en una batalla, tomó prisionera a una hermosa mujer. Su padre Odudúa, sin saber que a Ogún le interesaba, se quedó con ella. Tiempo después la cautiva tuvo un hijo al que llamaron Oraniyán, cuyo cuerpo era mitad blanco y mitad negro. Odudúa recriminó a Ogún por tener relaciones con su favorita, ya que Oraniyán era hijo de ambos, blanco como Odudúa y negro como Ogún.
En Dahomey se propagó una gran epidemia. Los muertos se contaban por miles. Fue por ello que mandaron buscar a Orula para que, con su oráculo, les dijera cómo evitar la tragedia.
Orula les dijo que había que convencer a Ogún para que les diera ayuda. Ellos le ofrecieron un chivo y muchos gallos blancos al dueño la fragua y los metales para que consintiera en ayudarlos. Ogún fue a la tierra arará con su guataca, su pico y su pala y las dio para que cavaran las tumbas donde enterrarían a los muertos. Cuando lo hicieron, la epidemia cesó.
Ogún y Shangó eran grandes amigos. Siempre andaban juntos en los güemileres y compartían hasta la comida. Pero el dueño de los hierros sentía envidia del rumbero Shangó, que tenía suerte para las mujeres y que todos admiraban por sus facultades de tamborero, bailador y hombre simpático.
Una noche, Ogún, lleno de soberbia, amarró con sus cadenas a Shangó mientras este dormía. Shangó despertó sobresaltado y al verse amarrado comenzó a echar candela por la boca hasta derretir las cadenas con que lo habían querido apresar.
Desde entonces, comenzó la enemistad entre Oggún y Shangó.
Ogún estaba trabajando en su herrería y la candela se le apagaba constantemente, pues como la candela es de Shangó, no quería trabajar para él.
Su amigo Fuelle, que vio los trabajos que pasaba, quiso ayudarlo y se brindó voluntariamente a que lo amarrara por los pies, mientras él soplaba la candela para mantenerla viva.
Trabajaron todo el día y Ogún estaba muy contento por el adelanto que había tenido con todos los encargos pendientes.
Al final de la jornada, Fuelle le pidió al herrero que lo soltara. Ogún estuvo pensativo un rato y luego le contestó:
–Mira, si te suelto hoy, ¿quién me ayudará mañana con todo lo que queda por hacer? Mejor te quedas así, que me haces mucha falta.
Así fue que Fuelle quedó preso por hacer favores.
Ogún y Shangó se encontraron en el monte. El guerrero le dijo:
–Hace tiempo que no peleamos, Shangó, ¿tienes miedo?
–Quiero pelear, pero sin prisa, porque nos sobra toda la vida. Bebamos primero. ¿No tienes sed?
–Mucha. Verte, me reseca la garganta.
–Pues bebe aguardiente, que yo espero –fue la respuesta de Shangó, que sabía que su hermano era muy aficionado a la bebida y se emborrachaba sin dificultad.
Cuando Ogún hubo bebido más de la cuenta, le gritó a Shangó:
–Defiéndete, que te voy a destrozar.
Pero no pudo conseguirlo, porque estaba muy borracho y Shangó lo venció con rapidez.
Un cazador llamado Ochosi había fracasado en todos sus intentos de capturar al venado. Sus flechas nunca alcanzaban la presa. Era como si una mano invisible las apartara de la dirección en que él las dirigía.
Otro tanto le sucedía a Ogún, el dueño del bosque que, por su parte, preparaba constantemente trampas para atrapar al animal sin obtener el resultado apetecido.
Una rivalidad sin límites había surgido entre los dos. Cada uno por su lado intentaba superar al otro en la caza del venado, pero todo era inútil.
Al fin, ambos se encontraron en casa de Orula, donde habían acudido en busca de una solución a su problema.
Orula les dijo que todo se debía a la mano de Eleguá, quien no quería que los cazadores se amigaran sin su presencia. Debían ofrecerle un akukó al dueño de los caminos y hacer rogación con un machete y una flecha para luego llevarlos al monte.
Los cazadores hicieron lo que les indicó el venerable anciano. Cuando llegaron al bosque a poner el ebó, apareció un venado de gran tamaño. Inmediatamente Ochosi lanzó la flecha y lo hirió de muerte. El animal pudo huir al monte. Ogún tomó el machete y se abrió paso en la maleza para capturar la pieza que luego compartieron amigablemente.
Desde entonces Oggún y Oshosi viven juntos.
Corrían tiempos difíciles para Shangó. Los negocios no marchaban como él deseaba y le faltaba el dinero, cosa que lo ponía fuera de sí.
–Yemayá –le dijo a su omodé–, ¿y si le robamos unos ñames a Ogún?
–¿Tú estás loco? ¿No sabes que Ogún se pondría furioso?
No obstante, Shangó ideó un plan. Fue con Yemayá al bosque donde Ogún tenía sus siembras, encaramó a la mujer sobre los hombros y los ñames que él sacaba ella los ponía en un saco.
Cuando terminaron, Shangó salió del monte caminando hacia atrás y se tomó el cuidado de pisar en los mismos lugares en que lo había hecho para entrar.
Ogún, que vio las huellas, no se pudo explicar quién había ido a buscarlo y por qué no aparecía por ninguna parte. Como no había indicios que mostraran que había salido de allí, se quedó muy confundido.
Días después, pasó por el mercado y vio a Yemayá vendiendo ñames.
–¿Esos ñames no serán míos? –le preguntó.
–Ogún –le contestó Yemayá–, tú sabes que yo no entro en el bosque a buscar nada.
El dueño de la fragua se fue refunfuñando por lo bajo, pero nunca supo la verdad.
domingo, 9 de diciembre de 2007
Ogun , es el Dios del hierro, la guerra y las faenas. El es el dueño de toda la tecnología, y como esta tecnología forma parte de su naturaleza, es casi siempre utilizada primero en guerras. Así como Elegua abre los caminos, es Ogun el que limpia los caminos con su machete. A Ogun se le reconoce en el numero 7, y sus colores son verde y negro. Simboliza los comienzos, el principio, la mañana, la primavera, los animales carnívoros, los jefes, el mando, la fuerza, la violencia, el impulso, la autoridad, la virilidad, la juventud, las armas, los accidentes en la cabeza, el peligro por hierro, el fuego y las armas.
Así como Elegua abre los caminos, es Ogun quien limpia los caminos con su machete.
A este santo se le atribuyen todos los hierros, machetes, palas, picos, martillos, mandarrias, yunques, guatacas, rastrillos, barretas, hoces, guadañas, serruchos, clavos, cuchillos, lanzas, pistolas, ametralladoras, bombas, aviones artillados, cañones y otros objetos de metal. El collar de este santo es de cuentas verdes y negras. La ropa de este santo lleva un hombro de piel de tigre adornada con muchos caracoles. Su ropa es de color morado, su gorro aplastado y lleva en el cinto un largo festón de fibras de palma. Los animales que el santo come son: chivos, gallos, palomas, guineas, jutías, cerdos, carneros, gallos rojos, perros y a veces toros. Se le atribuyen el perro negro y el majá.
Las comidas de este santo son el ñame asado, nueces de kola, judías blancas. Su bebida favorita es el aguardiente de caña. En el baile realiza dos mímicas: la belicosa, blandiendo un machete, y la laboriosa, que puede ser de carácter agrícola, cortando las yerbas con el machete o lo realiza al estilo del guerrero golpeando con el martillo. En el baile belicoso Ogun baila agachado, avanzando en un pie mientras arrastra el otro, como librándose de un machetazo involuntario. En el segundo caso mima la gesticulación del herrero blandiendo el martillo y golpeando sobre el yunque. Las aflicciones de las que protege son:
* La calentura.
* Todo tipo de operaciones.
* Los daños producidos por metales ferrosos y accidentes sangrientos.
Ogun se divide también en innumerables caminos o pasajes, que lo ligan a distintas situaciones, virtudes o cualidades, en relación con los caminos, guerras , metales y armas.
“Shangó fue el cuarto rey de Oyó. Era muy famoso por su belleza viril: tenía el cabello largo, era fuerte, alto, ágil. Montaba un caballo blanco y usaba pantalones rojos abombachados y chaquetilla corta, como los malés (mandingas). Lo cubría una capa roja y portaba una espada. Ogún, quien era rey en un lugar vecino, lo envidiaba por su belleza viril y su fuerza. Ese sentimiento lo llevó planear matarlo para quitarle su reino.
“Un día que Shangó salió de viaje, Ogún lo esperó en lo alto de un desfiladero. Shangó poseía la doble visión; lo vio de lejos y para burlarse de él, se vistió de mujer y le pasó por delante en su caballo blanco, cubierto con una capa roja y sus largos cabellos al viento.
“Ogún pensó: ¡Si no fuera porque estoy esperando a Shangó para matarlo, conquistaba a esa buena hembra!
“Pasaron las horas, llegó la noche y Ogún continuaba emboscado, acechando el paso de Shangó. Cansado ya de esperar, decidió ir a Oyó y apoderarse del trono. Cuando llegó, encontró a Shangó sentado en su trono y riéndose de él”.
Escrito por Eshu Omó Iré
Oggún es considerado el Osinmale, la divinidad jefe entre las divinidades en el cielo. Es la deidad mayor y más antigua, usa plumas rojas de cotorra como parte de sus insignias reales y se saluda tradicionalmente "Oggún Yee".
Él no posee la capacidad de desaparecer. En la creencia yoruba Oggún es la divinidad del hierro y la guerra y preeminentemente la divinidad tutelar de los cazadores, los guerreros, los orfebres, los barberos, los carniceros, los macánicos, los choferes, y en general todos los trabajadores del hiero y del acero, ya que da protección contra los accidentes y ayuda en los trabajos.
Se cree que Oggún tiene el machete para limpiar el camino y abrir la puerta a la riqueza, a la salud, y a la prosperidad. A Oggún se le ve como símbolo del conquistador superior. También se cree que Oggún representa la justicia absoluta , por lo que se le llama para que presencie un pacto o convenio entre dos personas o grupos de personas. Ésto se hace besando un pedazo de hierro a la vez que se declara que se va a "decir la verdad, toda laverdad, y nada más que la verdad". Los yorubas creen con mucha firmeza que cualquiera que jure en falso o que viole un convenio del cual Oggún es testigo, no puede escapar del juicio severo que normalmente resultan ser horribles accidentes.
Los santuarios de Oggún usualmente se hallan afuera, al aire libre, al pié de algunos árboles sagrados como kperegún, akoko, atori, o iyeye, al lado de una pared en una herrería. Las hojas de la palma, mariwo, se emplean para señalar y consagrar las entradas a su santuario. Se dice que el mariwo es la ropa de Oggún y que la imágen que lo representa es un árbol de algodón especialmente sembrado , bajo el cual se pone una piedra a la que se le echa aceite de palma y sangre de animales.
Debido a que Oggún se la asocia con limpiar el camino o quitar barreras, los yorubas creen que se debe apelar a Oggún para que ayude a suavizar el camino , de la misma forma en que lo hizo para las divinidades, al principio de la creación de la tierra.
Oggún y el rey de la muerte, Ikú, son los únicos capaces de enfrentarse a los seres humanos y a veces se les ve muy asociados, aunque Oggún es mucho más fuerte y preciso que la Muerte.
La mirada de Oggún es insostenible, tiene ojos de fuego. Es factible destacar que en ausencia de Obatalá nombrando como presidente del Concejo Divino por Oloddumáre, Oggún es quien asume la presidencia de la asamblea, por ser deidad más vieja y mayor, según señala el odu Baba Eyiogbe.
La gente de Iré mantienen la arbolera dedicada a Oggún como un gran secreto, no se permiten forasteros. Las mismas estan ubicadas en bosques de árboles altos y corpulentos con muchas ramas y tupido follaje.
Oggún prohíbe la calabaza, el aceite de sémola de maíz y la menstruación.
Entre las ofrendas que recibe con agrado están el vino de palma, las guineas, los toros, el aceite de palma, los perros, las chivas, las gallinas las cabras, las ovejas, los reptiles, los caracoles, los acrneros, el ñame asado, las jicoteas, los chivos, los gallos, las babosas, los frijoles blancos, las jutías, las ciruelas, los patos, las nueces de kolá, bollitos de frijol de carita, venados, cerdos, caballos, pescados, cocos, melones rojos, etc.
La planta que le corresponde a éste orisha es el kperegún, una de las plantas más importantes del omiero y la primera de las principales que se pone en la cabeza del iyawo. El kperegún simboliza la obtención del fruto después de un gran esfuerzo realizado.
PUNTOS DE CARLOS DE ODE