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martes, 11 de diciembre de 2007

Pattaki de Elegba

Elegba era hijo de Okuboro, rey de Añagui. Un día, andaba con su séquito y vió una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un coco seco. Elegba se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró el coco detrás de una puerta. Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del coco. Tres días más tarde, Elegba murió. Todo el mundo le cogió mucho respeto al coco, que seguía brillando, pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llego a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los viejos, llegaron a la conclusión, de que la causa estaba en el abandono del coco. Este, en efecto se hallaba vacío y comido por los bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de santo en el lugar del coco, detrás de la puerta. Este fue el origen del nacimiento de Elegba como orisha.

Atributos: A Elegba se le atribuye todo tipo de objeto utilizado en los juegos infantiles: papalotes, pitos, bolas, soldaditos, así como todo tipo de llaves, machete, garabato, sombrero de guano, artes de caza y pesca, pepitas de oro y monedas de plata, palos de monte, bejucos, escopetas y cananas, tarros de venado, cocos secos decorados, porrón, tarros de chivo.

Bailes: Cuando este orisha se sube, corre a situarse detrás de la puerta, que es su lugar ritual. Brinca y se agita como un chiquillo, hace muecas y mima juegos infantiles, como empinar un papalote y bailar un trompo. Le hace bromas a los espectadores, se va y luego regresa, no deja de hacer monerías, algunas de las cuales pueden ser eróticas. Siempre se le entrega un garabato con el que representa apartar la maleza, subrayando su papel de abrir los caminos. Frecuentemente baila en ún solo pie y dando vueltas, en lo que parece ser una alegoría del remolino.

Catolización: Elegba sincretiza con el Niño de Atocha. La historia del Niño de Atocha es como sigue: en la ciudad de Atocha, en España, había muchos cristianos presos durante los últimos años de la ocupación árabe. Nadie estaba autorizado a entrar en las prisiones salvo los niños. Cierto día, un niño llegó a la prisión cargando un cesto lleno, de pan y un cubo lleno de agua con un cuenco para beber. Los moros quedaron asombrados, al observar que después de haberle servido a los innumerables prisioneros, tanto el cesto como el cubo seguían tan colmados como al principio. De acuerdo a la leyenda, Jesucristo había atendido a las plegarias y había venido, como niño a los que carecían de ayuda material y espiritual. Desde entonces es la imagen del niño de Atocha. Su fiesta de celebración el 1ro de enero. Su sincretización con Elegba parece relacionarse al carácter infantil con que se presenta el orisha. Su día es el 6 de enero.


lunes, 10 de diciembre de 2007

ESHU

Orula y su esposa deseaban tanto tener un hijo que fueron a ver a Obatalá para pedirle que se los concediera.

Obatalá que estaba empeñado en moldear al primer hombre con arcilla, les explicó que debían tener paciencia. Pero el matrimonio insistió. Orula incluso le propuso llevarse la figura que aquel estaba haciendo.

Obatalá accedió y les explicó que debían poner las manos sobre la figura durante doce meses.

La pareja así lo hizo y al cumplirse el plazo indicado, el hijo cobró vida. Le llamaron Eshu. Nació hablando y con una voracidad que comenzó a comerse todo lo que encontraba a su paso.

Una mañana en la que como de costumbre Orula consultó su oráculo, este le indicó que debía estar todo el día con el machete en la mano. Eshu que ya se había comido todos los animales, las plantas y hasta las piedras, penetró en la casa de sus padres con la intención de comérselos.

Al ver a su padre armado intentó huir pero no pudo, el anciano lo perseguía por toda la casa cortándolo con su machete, de cada pedazo nacía un nuevo Eshu. Doscientos un Eshu corrían por la casa, hasta que este cansado le propuso un trato a su enfadado padre: “Cada una de mis partes será un hijo para ti y podrás consultar con él cuando desees.”

–De acuerdo –asintió el sabio–. Pero debes devolver todo lo que has comido.

Eshu vomitó todo lo que tenía en su estómago y las cosas volvieron a ocupar su lugar.
EL NACIMIENTO DE ELEGGUÁ

El rey Okuboro y su esposa Añakí tuvieron un hijo al que llamaron Eleguá. Fue un niño inquieto y juguetón que gustaba de hacer travesuras.

Cuando ya era adolescente, salió un día de paseo con su séquito y al pasar por un terreno donde la yerba estaba muy alta, el príncipe ordenó detenerse, se encaminó a la enmarañada manigua y anduvo hasta un lugar donde le parecía haber visto una misteriosa luz.

Allí encontró un coco seco al que le brillaban dos pequeños ojos y con gran respeto lo recogió, ante el asombro de sus acompañantes, que no entendían cómo un objeto, al parecer insignificante, había logrado apaciguar al inquieto muchacho.

Cuentan que nadie hizo caso al hallazgo del príncipe, por lo cual este lo dejó detrás de la puerta y se encerró en sus habitaciones.

Tres días después Eleguá falleció y el coco comenzó a brillar con tal intensidad que todos quedaron sobrecogidos.

Pasado el incidente olvidaron el coco. Sobrevino una cadena de catástrofes naturales, guerras y hambrunas que estaban destruyendo al pueblo. Alguien tuvo el tino de acordarse del coco que yacía olvidado detrás de la puerta del palacio y fueron a buscarlo, pero ya lo encontraron podrido y lleno de insectos.

Acordaron entonces botarlo en el mismo lugar en que el fallecido príncipe lo había encontrado. Cuando lo arrojaron, chocó con una piedra y se partió en cuatro pedazos, dos quedaron con la masa hacia arriba y dos hacia abajo. De inmediato la piedra se iluminó como antes lo había hecho el coco. Los presentes la tomaron con mucho respeto, la llevaron al palacio y la colocaron detrás de la puerta.

Allí recordaron siempre la memoria del príncipe Eleguá y sobrevino entonces una época de paz y prosperidad.
EL REY LADRÓN

Oke tenía una siembra de maíz muy productiva, pero alguien le robaba por las noches cuando él dormía.

Cansado de que sus siembras fueran diezmadas por un ladrón, llamó a Eleguá y le ofreció ekú, eyá y aguadó para que le vigilara el sembrado y le dijera quién era el ladrón.

Al día siguiente, Eleguá le dijo que por la noche el rey había venido a con un saco y le había robado el maíz. Oke se quejó a Olofin, el que dictaminó que el rey debía restituir lo robado y entregar todo el dinero que Oke le pidiera. Así Oke se convirtió en un hombre muy rico y llegó también a tener su propio reino.


LA CONSPIRACIÓN DE LOS ORISHAS

En una ocasión se reunieron los orishas y acordaron: “Vamos a quitarle el poder a Olofin porque ya está muy viejo y no puede mandar.”

Pero Olofin era temible y nadie se atrevía a desafiarlo. Uno de ellos tuvo la idea de darle un susto mortal.

“Se muere de miedo cuando ve un ekuté”, dijo. “Si le llenamos la casa de ratones, huirá y nosotros seremos los dueños del mundo.”

El plan fue aprobado, pero olvidaron que Eleguá estaba detrás de la puerta y lo había oído todo.

Eleguá fue para la casa de Olofin y se escondió. Después llegaron los orishas y lanzaron ratones dentro del ilé. Olofin, temeroso, gritó al verlos: “Los ratones me van a hacer daño.” Y corrió hacia la puerta para huir. Pero delante de él iba Eleguá diciendo: “Párese, Babá, que ningún ratón le hará daño.” Al mismo tiempo que gritaba, se los iba comiendo.

Eleguá se comió todos los ratones y Olofin, lleno de furia, castigó a los conspiradores. Entonces le preguntó a Eleguá: “¿Qué puedo hacer por ti?” “Concédame el derecho de hacer lo que me venga en gana”, le respondió.

Desde entonces Eleguá es el único que puede hacer lo que mejor le convenga.
LA LIBERACIÓN DE ELEGGUÁ

Eleguá, que es muy fiestero, estaba triste porque en la casa de Shangó había un tambor el domingo y él no podía asistir porque no tenía dinero. En eso pasó Obatalá por allí y viéndolo tan compungido, le preguntó:

–¿Qué te pasa?

Eleguá le contó el motivo de su tristeza.

–No importa –le dijo Obatalá–, yo te presto tres pesos, con la condición de que el lunes tú comiences a pagármelos con trabajo.

Así acordado, Eleguá comenzó a trabajar el lunes en casa de Obatalá. Transcurrieron varias semanas, las semanas se convirtieron en meses y Obatalá nunca decía cuándo se acababa de pagar aquella deuda. Hasta que un día se enfermó y llamó a Orula, para saber cuál era su padecimiento.

–Mira –le dijo Orula–, la causa de tu enfermedad es que tienes un preso en tu casa.

–¿Yo? –pensó Obatalá durante un rato.

Cuando se acordó de lo que había sucedido con Eleguá lo mandó a buscar y le dio tres pesos.

–Quiero que vayas a casa de Shangó –le dijo–, pues creo que hay un güemilere. Puedes quedarte por allá; ya me pagaste con creces. Pero eso sí, ven a verme de vez en cuando.
OREJA NO PASA CABEZA

Orula tenía tres hijos a los que había enseñado con paciencia. Pero los muchachos resultaron ser soberbios y querían saber más que el padre.

Eleguá, enterado de todo, preparó la manera de encontrarse ellos.

–Eleguá, ¿qué llevas ahí? –preguntó el mayor, que fue el primero en verlo e intrigarse por una cazuela que llevaba el dueño de los caminos debajo del brazo.

–Esta cazuela que yo he preparado hace milagros –repuso Eleguá.

El pequeño e inquieto Eleguá les explicó cómo con aquella cazuela ellos podrían cortarse la cabeza, tirarla para el aire y luego caería en el mismo sitio.

–Con esto sí que podemos dejar al viejo atrás –dijo uno de los hermanos.

Después de varios arreglos, le compraron el artefacto a su dueño y partieron raudos a casa del padre para demostrarle su poder.

Eleguá, que los siguió discretamente, se escondió en la copa de árbol muy próximo a la casa de Orula.

Los hermanos salieron para mostrarle al padre de lo que eran capaces. El primero de ellos se cortó la cabeza y la tiró al aire, pero Eleguá la cogió desde su escondite y el cuerpo cayó inerte.

El segundo en edad, al ver el fracaso de su hermano afirmó:

–Ese no supo hacerlo. Ahora usted verá cómo se hace.

Y le sucedió lo mismo.

El más pequeño de los tres, en su ceguera por querer ser más poderoso, aseguró que sus hermanos eran unos ignorantes y que él sí sabía hacerlo. Su cabeza también fue a dar a manos de Eleguá.

Los tres murieron en el intento de ser más sabios que aquel que los había enseñado. Por eso se dice que la oreja no puede sobrepasar la cabeza.
LA HIJA DESOBEDIENTE

En una oportunidad Eleguá quiso probar la fidelidad de una hija cuyo padre, hombre recto y de gran reputación, había reservado su compromiso para el hijo de un amigo.

Eleguá, disfrazado de hombre elegante, comenzó a cortejar a la muchacha, la que se enamoró de él a primera vista y, a escondidas, lo recibió en su aposento. Cuando el caballero elegante se retiraba, la joven le juró fidelidad.

Fue esa la causa de que después se resistiera a realizar los deseos de su padre, hasta que le confesó que únicamente se casaría con el hombre que la había visitado. El padre, al ver que no tenía otra solución, accedió a los deseos de su hija.

Eleguá regresó, pero esta vez, aunque era él mismo, estaba cojo, manco y encorvado. A la muchacha no le quedó más remedio que casarse como le había prometido a su padre.
EL CAMPESINO TACAÑO

Un campesino tenía una hermosa cosecha de verduras y viandas. Las coles, acelgas, papas y boniatos, se mostraban en todo su esplendor.

Un día Eleguá pasó por allí disfrazado de mendigo y le pidió que diera algo para comer. El agricultor se negó rotundamente.

Al día siguiente Eleguá volvió disfrazado de inspector y le afirmó que el rey mandaría a tumbar todos los sembrados, pues hacían daño a la salud.

El hombre enfureció y le dijo que antes, él mismo acabaría con toda la cosecha. Tomó un machete y comenzó de inmediato a cortar las plantas.

Luego, cuando fue al palacio del rey para manifestar su descontento, se enteró de que todo era mentira, pero ya era tarde.

OSHE MOLÚO

En aquella región había un hombre llamado Oshe Molúo que presumía constantemente de sus poderes y sobre todo de sus conocimientos. “No tengo nada que aprender de nadie”, repetía con frecuencia.

Enterado Eleguá de la existencia de tal sujeto, se le ocurrió jugarle una de sus tretas.

El orisha, disfrazado de campesino, pasó frente a la casa del hombre y con el pretexto de que tenía sed tocó a su puerta. Entablaron conversación y Eleguá, cada vez más molesto por la autosuficiencia de su interlocutor, le dijo:

–Mira, si cuelgas un güiro en aquella palma y dices esto que yo te voy a decir al oído serás el hombre más poderoso del mundo.

–Eso yo lo sé –afirmó el hombre– y es más, cuando usted llegó ya yo estaba preparando todos los ingredientes que lleva el güiro dentro. Si espera un momento verá cómo lo hago.

El infeliz se apresuró y puso dentro de un güiro todo lo que se le ocurrió. Luego trepó con agilidad hasta lo alto de la palma y cuando se encontraba llegando al penacho, oyó la voz de Eleguá que desde abajo le decía:

–Acuérdate de lo que hay que decir.

–¿Cómo era? –preguntó el hombre mientras soltaba las manos para virarse a mirar al orisha.

Fue así como perdió el equilibrio y cayó desde lo alto.
POR QUÉ LA GALLINA PICA

La gallina sacaba cada tres viernes, pero sus enemigos las lombrices, las cochinillas y otros insectos, se comían sus huevos. La infeliz, que desconocía lo que pasaba, lloraba mucho porque no podía lograr sus crías.

Un día se encontró con Eleguá en el camino y le contó lo que le sucedía. Este se compadeció de ella y quedó en averiguarle quién se comía sus huevos.

El pequeño e inquieto Eleguá se puso a escuchar por aquí y por allá, hasta que sorprendió una conversación entre varios insectos en la que alguien manifestó: “Hoy pone la gallina, tenemos banquete.”

Allá fue y se lo contó a la gallina y esa es la razón por la cual, la gallina pica cuando está echada.
TRAICIONAN A OSUN

Osun y Eleguá siempre andaban de parrandas, eran inseparables en los güemileres y a los dos les gustaba el otí con pimienta.

En una oportunidad se emborracharon. Osun se quedó dormido y Eleguá, que tenía hambre, fue y se robó un chivo. Con la sangre embarró la boca de Osun que no se enteró de nada, hasta que la justicia lo despertó y se lo llevó para la cárcel.


SHANGÓ GRITA EN EL CIELO

Olofin llamó a Eleguá, Ogún y Shangó y les dijo que al que le trajera un ratón le concedería una gracia.

Eleguá salió como siempre el primero y encontró un ratón, se lo metió en la boca y se lo comió. Ogún, que había salido un poco después, hizo otro tanto.

Shangó, que salió último, pudo a duras penas cazar su ratón y para que no desconfiaran de él, se lo metió en la boca.

De regreso a casa de Olofin, Shangó no habló ni una palabra y cuando Olofin preguntó dónde estaba el ratón que les había pedido, Shangó abrió la boca y salió el animal vivo. Por lo que Olofin sentenció:

–Desde hoy, el único que puede gritar en el cielo es Shangó.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Elegua / Eshú

Eshu o Elegua , es el dueño de los caminos y puertas en este mundo. El es el depositario del Ashe. Los colores rojo y negro o blanco y negro son suyos, y codifican su naturaleza contradictoria.

Elegua
Elegua
En particular, Eleguá se erige en la encrucijada de los humanos y lo divino, pues el es el infantil mensajero entre los dos mundos. En este papel, no es sorprendente que tenga una relación muy estrecha con el Oricha de la adivinación, Orumila. Nada puede hacerse en ninguno de los dos mundos sin su permiso.
A Eleguá siempre se le hace sacrificio propiciatorio y es llamado antes que ningún otro Oricha, pues é l es el que abre las puertas entre los mundos y abre nuestros caminos en la vida. Es hijo de Okuboro que era rey de Añagui. Un día siendo muchacho andaba con su s a quito y vio una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un coco seco (obbi ). Elegguá se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró al obbi detrás de la puerta.

Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del Obbi. Tres días mas tarde, Eleguá murió. Todo el mundo le cogió mucho respeto al obbi que seguía brillando pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llegó a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los arubbo (viejos) llegaron a la conclusión que la causa estaba en el abandono del Obbi.

Este, en efecto, estaba vacío y comido de bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de santo (otá) detrás de la puerta en el lugar del obbi. Fue el origen del nacimiento de Eleguá como Oricha o santo. Por eso se dice: Ikú, lobi, Ocha. El muerto parió al santo. Eleguá es Oricha mayor. Tiene las llaves del destino, abre y cierra las puertas a la desgracia o la felicidad.

Es la personificación del azar o la muerte. Portero del monte o la sabana. Es hijo de Obatala y Yemu. Es el primero del grupo de los 4 guerreros Orichas (Eleguá, Ogún, Ochosi, y Osun). Ganó con Olofin, Obatala y Orula suficientes privilegios para ser el primero: Okana. Ningún Oricha le antecede porque el mismo Olofin dijo: Siendo tú el más chiquito y mi mensajero, serás el más grande de la tierra y sin contar contigo nunca será posible hacer nada. También Olofin accedió a que fuera saludado y a que comiera antes que los demás Orichas, así como a ser el primero a la entrada de la casa. Generalmente se acepta que

Elegua
Elegua
Elegguá tiene veintiún caminos y sus caracoles son veintiuno. Es amigo y protector de Oshun. Sus días son el lunes y martes y todos los que caigan en 3, se celebra el día 6 de Enero y 13 de Junio. Tradicionalmente la figura de Elegguá se encuentra muy vinculada a la Eshu. Eshu es la reencarnación de los problemas que acechan al hombre. No es una figura propiamente satánica porque ningún Oricha representa conceptos puros y todos admiten contradicciones. Eshu no es el diablo aunque está presente en todas las desgracias. Vive en la calle, en la sabana y en el monte y si entra en la casa, hay tragedias. La pareja Eleguá-Eshu constituye la expresión mítica de la inevitable relación entre lo positivo y lo negativo. Para los Yorùbás, la casa significa el refugio por excelencia, el lugar privilegiado contra los avatares del destino.

En su misma puerta reside Eleguá, marcando con su presencia la frontera entre dos mundos: el interno, de la seguridad y el externo del peligro. Pero no puede haber seguridad sin peligro, ni sosiego sin inquietud y por eso la pareja de Eleguá-Eshu es indisoluble a pesar de su oposición. Eleguá protege al hogar y cuando en él se presentan problemas es que ha entrado Eshu, el vagabundo. Para poner ofrenda (Addimú) a Eleguá : Aguardiente, tabaco, maíz tostado, coco, pescado ahumado, bollitos, jutia ahumada, manteca de corojo, velas, dulces de todos los tipos, rayadura de coco acaramelado, etc. También hay un adimú principal que es utilizado para todos los Orichas, consiste en partir en dos un coco y colocarle mucha miel de abeja como si fueran dos copas y se le presentan al Oricha con una vela encendida. Otra ofrenda especial para elegguá es colocarle una cabeza de jutia o sacrificarle un ratón. En la Catolización Eleguá puede sincretizarse con el Niño de Atocha, San Antonio de Padua y el Anima Sola. La celebración de San Antonio con Eleguá parece estar relacionada con que generalmente aparece con un niño en los brazos.

Aunque se dice que tienen 21 caminos cada uno de ellos tienen divisiones, dando así un número mayor de ellos. Se dice que son 101, pero es posible que sean mucho más. Entre ellos podemos mencionar los siguientes:

Eshu Igidé : El que abre los caminos en los montes, realiza amarres, trabaja junto Ozaín de quien aprendió todo lo relacionado con las hierbas y sus cualidades. Lleva palos del monte.

Eshu Kaminalowá : Se encarga de abrir los caminos para las Almas de los que recién han muerto y además es quien calcula el tiempo de vida que le queda a una persona. Generalmente es mensajero de Bàbálú Ayé.

Eshu Akarajéu : Fue quien ayudó a Oyá a escapar de Shangó luego de una violenta discusión. Cuando Shangó le arrojó un rayo, Eshu lo atrapó y se lo lanzó de nuevo, Shangó abrió su boca sorprendido ante la respuesta y falta de respeto de Eshu tragándose el rayo, que le lastimó la garganta y el pecho. Akarajéu significa "el que recoge el rayo y se lo hace tragar".

Eshu Aselu : El que trabaja al servicio de Orichas mayores, principalmente los funfun. Se le considera una especie de joven vigilante o guardián muy atento a las faltas que puedan cometer los hijos de la casa de Osha. Sus ofrendas se llevan generalmente a la orilla de un río o mar. Se le coloca miel, aceite de palma y corojo.

Eshu Ijelú : Es el encargado de los tambores, de la música en general. Con la música los seres humanos manifiestan sus sentimientos, la alegría, la tristeza, liberan las tensiones o las manifiestan e incluso con ella llegan al éxtasis para la comunicación con las deidades. Se presenta como un niño travieso que generalmente acepta ofrendas a la orilla del agua. Sus ofrendas llevan caramelos de miel y juguetes.

Representación Elegua
Representación Elegua
Eshu Alalúbanse : El dueño de todas las cosas que se estén ejecutando, lo que se vaya a realizar. Es el portero de las puertas que conducen a realizar algo, por esto se torna imprescindible darle una ofrenda antes que a nadie o nombrarlo pidiendo su permiso para lo que se esté por hacer.

Eshu Diki : El que ayuda a entrelazar amistades, une a las personas haciendo que la gente trate bien a los demás, agasajándoles con fiestas y banquetes. Es atraído por las reuniones sociales de todo tipo y en su lado negativo hace que dichas reuniones terminen en riñas desagradables y escándalos.

Eshu Dare : El que contribuye a través de su función como mensajero para que sea posible la obtención de las bendiciones enviadas por Oloddumáre.

Eshu Bara Dage : El que trabaja con todas las serpientes, usa el machete y la hoz y es compañero de Oggún en los campos y montes.

Aunados a éstos, también son conocidos o llamados los siguientes:

Eshu Bara Lasuajó, Eshu Bara Lasikú, Eshu Bara Iye, Eshu Àgbalonké, Eshu Yangi, Eshu Borokú, Eshu Araidi, Eshu Gberú, Eshu Lolu, Eshu Tolabí, Eshu Janadá, Eshu Wé, Eshu Oni Oshosi, Eshu Biribí, Eshu Birin, Eshu Girijelú, Eshu Elufé, Eshu Ná, Eshu Kolofó, Eshu Marimaiyé, Eshu Obbasin, Eshu Alakétu, Eshu Onini Buruku, Eshu Osiká, Eshu Arere, Eshu De, Eshu Bikuyin, Eshu Velón, Eshu Alagbóna, Eshu Okán, Eshu Agatigaga, Eshu Agbanile, Eshu Edugbele, Eshu Ofún Mejijí, entre otros.
DE CÓMO SHANGÓ Y ELEGUÁ SALVAN A ORULA Y ESTE SE HACE DUEÑO DE IFÁ Y DEL TABLERO PARA ADIVINAR

Orula estuvo enterrado hasta los hombros al amparo de una ceiba, porque nació después de un juramento que hizo Obatalá de no tener más hijos varones.

Al pasar los años, el anciano rey perdía la memoria y la adversidad lo perseguía. Shangó insinuó que el origen de aquellos males era sin dudas el enterramiento de Orula.

Y que puedo hacer ahora? –preguntó Obatalá- Orula está en manos de Olofi. Yo mismo lo enterré vivo, bajo una ceiba”.

Pero el anciano dios ignoraba que Eleguá lo había seguido y había visto que Orula conservaba la cabeza y los brazos fuera de la tierra; que todos los días su madre, Yemá, le enviaba de comer con Eleguá; que la ceiba lo protegía; que Orula vivía preso por el juramento de Obatalá, la palabra (oro) de su padre.

Eleguá le dijo que había visto a un negro colorado, enterrado hasta los hombros en una ceiba.

Shangó intercedió a favor de Orula: Orula, Babami, tiene la gracia de Olofi en su lengua y en sus ojos y puede poner fin a nuestros males.

Obatalá, con ayuda de Eleguá, buscó a Orula y lo desenterró; cortó un pedazo del tronco de la ceiba e hizo un tablero para adivinar; se lo entregó a su hijo Orula, a quien hizo dueño de Ifá y del tablero”.
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