lunes, 18 de agosto de 2008


MAE OIA - OYA

Yánsàn u Oya

Es el Orisa que habita en los vientos y en las tormentas, dueña del rió Oyá, en Nigeria, África. Junto con Sàngó, reina sobre los rayos y tempestades, mas ella es la dueña de los vientos y la lluvia. En África recibe el nombre de Oya. Entre sus ferramentas encontramos el Erukeré realizado con la cola de caballo, símbolo de realeza.

Oya es un Osha y está muy relacionada con Ikú, la divinidad de la muerte. Propicia los temporales, los vientos fuertes o huracanados y las centellas. Simboliza el carácter violento e impetuoso. Vive en la puerta de los cementerios. Representa la intensidad de los sentimientos lúgubres, el mundo de los muertos. En la naturaleza está simbolizado por la centella. Junto con Eleguá, Orunla y Obatalá domina los cuatro vientos. Se le llama con el sonido de la vaina de flamboyán. Representa la reencarnación de los antepasados, la falta de memoria y el sentimiento de pesar en la mujer. La bandera, las sayas y los paños de Oya llevan una combinación de todos los colores excepto el negro.

Se sabe que Oya siempre acompaño a Shango en todas las batallas, peleando a su lado con dos espadas y aniquilando a los enemigos con su centella.

sus vientos ayudan a sostener la vida después que las aguas de Osun y Yemaya han dado vida y significación ó propósito. Los vientos de Oya portan el polen de diferentes plantas de uno a otro lugar. Oya es también el aire que respiramos, ella provee el aire con la correcta cantidad de oxígeno para mantenernos vivos y en funcionamiento.

Sin el aire nos sofocaríamos y pereceríamos. No hay forma viviente en este planeta que pueda sobrevivir sin aire Ni aún los peces. La vida de las plantas en el mar especialmente las algas marinas proveerán el oxigeno para la vida en el mar. Como vemos Oya está donde quiera.

Historia ( pataki )

En una época muy remota, vivían en una tribu tres hermanas: Yemayá, Ochún y Oyá, quienes, aunque muy pobres, eran felices. La mayor, Yemayá, se adentraba en el mar y pescaba para sostener a las otras dos hermanas; como Ochún cuidaba de la más pequeña, iba al río, cogía peces y piedras y los vendia. Las tres hermanas se adoraban y vivían una para otra. Un buen día, enemigos de la tribu invadieron su territorio y arrasaron con todo. Como Ochún acostumbraba a amarrar a Oyá para que no se perdiese o hiciera alguna travesura mientras ella nadaba y se sumergia en el río, no sintió los gritos de Oyá, ni tampoco Yemayá, quien estaba muy lejos, en la costa. Así, los enemigos se llevaron a Oyá como rehén.

Las dos hermanas se impresionaron tanto con la captura de la pequeña que Ochún, enferma de melancolía se consumió lentamente. Pero había logrado conocer cuánto le costaría liberar a su hermana Oyá, y fue guardando poco a poco monedas de cobre. Por fin llegó el momento de cerrar la transacción de rescate con el jefe de la tribu enemiga.

Este, quien sabia que Ochún era muy pobre, aceptó el dinero, pero le dijo que duplicaba el precio de la niña. Ochún cayó de rodillas, suplicó y lloró, pero el jefe, perdidamente enamorado de ella, le pidió su virginidad a cambio de la libertad de su hermana.

Por el amor que profesaba a Oyá, Ochún accedió. Ya ambas, de regreso a la casa, le contaron todo a Yemayá, y ella, en reconocimiento al gesto generoso de Ochún y para que Oyá nunca olvidara el sacrificio de su hermana, adornó la cabeza y los brazos de la pequeña con monedas de cobre.

Mientras Oyá estaba cautiva, Olofi había repartido los bienes terrenales entre los habitantes de su tribu: a Yemayá la hizo dueña absoluta de los mares; a Ochún, de los ríos; a Oggún, de los metales, y así sucesivamente. Pero como Oyá no estaba presente, no le tocó nada. Ochún imploró a su padre que no la omitiera de su representación terrenal. Olofin, que quedó pensativo al percatarse de la justeza de la petición, recordó que sólo quedaba un lugar sin dueño: el cementerio. Oyá aceptó gustosa, y así se convirtió en ama y señora del camposanto.

Por eso, Oyá tiene herramientas de cobre para mostrar su eterno agradecimiento al sacrificio de Ochún, come a la orilla del río, como recuerdo de su niñez. Foribale Ochún, Foribale Yemayá, Foríbale Oyá.
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