Orisha hija de Olofi, quien se jactaba de decir que tenía la hija más pura de todas. Vive dentro del cementerio, entre las tumbas y los muertos, y es la facultada para entregar los cadáveres a Oyá.
Se le simboliza por una anciana considerada virgen y sumamente casta y que inhibe a sus hijos de toda relación carnal. En presencia de Yewá nadie puede desvestirse, tener amores o altercados y ni tan siquiera, conversar en voz alta o comportarse con brusquedad. Sus sirvientes siempre son viejas, vírgenes o mujeres estériles.
Se sube muy pocas veces y, en esos casos, desarrolla la acción de devanar o de hacer un atadijo con cordel, gracias a ciertos movimientos rotativos de los brazos. Goza de gran influencia por sus oráculos y sus hijos viven con la más severa austeridad. Este Orisha guarda una intima relación con Ikú, a quien le confía sus secretos; y, se dice en Nigeria que, para apartar del camino a un enemigo hay que poner el nombre de este envuelto en un trozo de sotana de cura debajo de su piedra. Es un Orisha muy poderoso, que habla por sueños, y muchas veces los epilépticos y sonámbulos se le consagran para su curación.