miércoles, 18 de junio de 2008

POQUITO ANTES DE ZELIO

Antes de la llegada de los colonizadores existían en Brasil cultos indígenas divididos en dos grupos: el de las tribus amazónicas y el de las otras religiones indígenas.

Con la llegada de los cultos europeos, como el catolicismo popular y el espiritismo kardecista popular se produce la mezcla de estos con los cultos indígenas y aparece una forma de espiritismo kardecista indígena llamado "Pajelanza".

Agreguemos a esto el ingreso del movimiento denominado Ocultismo, también procedente de Europa y conocido como la Cábala hebraica. Ahora bien, con la llegada de representantes de las naciones africanas, comienzan los cultos afro-brasileños (organizados).

En la primera etapa de los mismos diremos que encontramos los siguientes grupos: primero, la gran nación yoruba, integrada por los Nagô, Ijexá, Keto, Oyó, Jeje, Jeje-Nago, Mina-Jeje, Muzurumim. Todos estos de origen sudanés, provenientes de la llamada costa de esclavos e integrada por los países de la República Popular de Benin (ex Dahomey) y la República Federal de Nigeria.

El segundo gran grupo era de origen bantú, perteneciente a Congo, Angola, Mozambique, y las mezclas resultantes de la unión de ellos.

Los yorubas se impusieron sobre todos los demás implantando su lengua, sus dioses (orixás) y muchas de sus ceremonias y rituales. Los mahometanos escapan a esta transculturación, manteniéndose alejados y desapareciendo más tarde.

Estas religiones procedentes de las diferentes ciudades de Nigeria, todas de lengua yoruba, llevan el nombre de las ciudades de este país pues representan las naciones o las costumbres tradicionales de cada ciudad. Por esta razón, aparecen los oyós, que son oriundos de la ciudad del mismo nombre, donde se cultúa al orixá Sango (Xango).

Los cabinda hacen referencia al nombre de una isla frente a Angola; son, por ende de tradición bantú. Adoptan por transculturación las tradiciones de los yorubas hasta la propia lengua.

La nación Nagô tiende a desaparecer como tal y en R.G. do Soul se integra a los otros grupos existentes. Los jejes de Bahía y de R.G.S. mantienen sus características originales pertenecientes a las más puras raíces dahomeanas, cambiando algunas formas adaptadas a los otros grupos, pero todos ellos con un ritual en común, el procedente de la lengua madre yoruba.

Los ijexá se dividen en dos grupos: uno queda en Bahía y el otro va al sur. Cuando decimos que se dividen nos referimos a que así se encontraron geográficamente distribuidos en las regiones de Brasil. Esta división tuvo origen en la venta y remate de seres humanos africanos como esclavos.

A esto sigue una segunda etapa dentro de los grupos espirituales y doctrinarios africanos. Ella corresponde a la mezcla entre los nagô y la pajelanza originando lo que se llamó "Candomblé de caboclo". La utilización de los tambores y las canciones llamando a los espíritus de los indios hizo que esta nueva forma de espiritismo se mezclara con los Candomblés existentes y se crearan nuevos grupos que pretendían legalizar los cultos africanos con los de Umbanda. Se creó así una lucha interna en la que los umbandistas se definían como "sin tambores, sin matanza y de blanco".

Ahora bien, en esta segunda etapa se mezclan los grupos angola-congo y pajelanza, dando nacimiento a lo que se conoció como Toré y Catimbó al norte y noreste respectivamente. Ellos tampoco escapan a la influencia del espiritismo kardecista ni tampoco al sincretismo católico, a fin de lograr la aceptación y la legalidad de las autoridades.

Es posible aún distinguir una tercera etapa en la que los nagô, muzurumin, angola-congo y el candomblé de caboclo se entrelazan y forman lo que el vulgo denominó MACUMBA y que luego derivó en el concepto popular de hechicería. Esta primaria macumba fue llamada así porque inspiró cierta desconfianza en el pueblo y en los espiritistas kardecistas, pues se creía que estos grupos tenían algún pacto demoníaco y se planteaban la posibilidad de realizar hechizos tan potentes que podían hacer desaparecer aun ser humano. Algo similar ocurrió en Cuba cuando la palabra vodou, vodum, que significaba "dios" o "dioses", cayó en manos de los escritores y cineastas de terror, en el culto a los muertos y que nada tenían que ver con la realidad de la misma.

La macumba primitiva se une al sincretismo católico para su aceptación, y toma los conceptos fundamentales del espiritismo kardecista y del ocultismo proveniente de la cábala hebrea, dando como resultado, el nacimiento de un nuevo culto, la Umbanda (popular y esotérica) que se transforma en bandera de los humildes, negros, sambos y mulatos. Esta es la Umabanda de Zelio de Moraes, su fundador.

Las persecuciones de que fueron objeto los integrantes de los distintos cultos, tanto africanos como amerindios, por parte de las autoridades, hizo que se afirmara, cada vez más, la fe en las fuerzas de la naturaleza y en el mundo espiritual que las rodeaba.

Los diferentes candomblés tomaron a exu como el espíritu guardián y vengador de estas situaciones, dando nacimiento a la KIMBANDA, término éste que pertenece a la lengua bantú de los angola-congo y que significa "sacerdote curador".

Los exu fueron sincretizados con el demonio cristiano, a efectos de intimidar a las clases dominantes, que a raíz de su propia formación sentían temor al demonio por la culpa de los primeros pecadores.

Los nombres de los exu fueron traducidos al portugués y se les dio un halo de malignidad que hizo que la Kimbanda prosperara rápidamente, teniendo su propio sistema de culto, ritual y ceremonias.

La Umbanda no queda, sin embargo, en esta etapa; se acerca a los candomblés diversos y fusionan rituales y ceremonias creando la Umbanda de Omolocô. En el sur sufre la modificación impuesta por el BATUQUE, término que indicaba "reunión de negro".

En realidad, a quienes unificaba era a los africanos provenientes de la Costa de esclavos y que pertenecían a los yorubas, pues los jejes, oyós, ijejás, cabindas y nagôs habían prácticamente desaparecidos en Rio Grande do Sul.

La Umbanda modifica los colores originales de los siete orixás que comandan los diferentes grupos de espíritus de indios y negros esclavos, son aceptados los tambores del batuque y llegó a llamarse UMBANDA-NAGO y UMBANDA-JEJE.

Aún nos quedan por definir dos grupos que se separan de la Umbanda-Afro y que son la Umbanda de caritas, con sesiones alrededor de una mesa blanca y todos sus miembros vestidos de blanco.

La Umbanda propiamente dicha realiza sus sesiones con la vestimenta blanca, pero sus canciones o puntos (pontos) son cantados con acompañamientos de palmas, estando sus integrantes descalzos y sin ninguna cadena o pulsera de metal.

El tambor dentro de las ceremonias de Umbanda ingresa con la participación de los Candomblés o los Batuques, en el sur.

A la persecución se le agregó un axé o maracas, como así también pandeiros y hasta una guitarra, símbolo de Río Grande y del gaucho, siendo estos últimos, los menos. La vibración de los instrumentos de percusión en las ceremonias umbandistas hace que el médium se sienta más compenetrado y transforme, de esta manera, la incorporación en una danza de caboclos y prêtos. La comunicación con los prêtos y los caboclos hace que pidan a sus cabalos o aparelhos que se coloquen penachos de plumas, lanzas, arcos y flechas, similares a los verdaderos. En cambio, para los prêtos se colocan turbantes, pañuelos de colores alrededor del cuello, sombreros de paja, delantales, polleras amplias blancas o de colores, pipas, canastas para colocar la comida o las hierbas curativas.

En definitiva, las sesiones de Umbanda toman hoy un colorido y un ritmo muy particular, indicando las danzas correspondientes a cada uno de los grupos que se invocan mediante las canciones o puntos cantados.

El encuentro de negros en indios de diferentes tribus, en los templos de Umbanda, hace sentir una recíproca comprensión entre ambos, unidos en el sentimiento común de la ayuda al prójimo como su propio aparelho, médium, indicando que tienen una misión que cumplir, indicada por el superior astral.

Si observamos esto folclóricamente veremos que estas dos razas son semejantes, por lo tanto, no fue difícil para ninguna de las dos fusionar la magia de sus rituales y de sus danzas, acompañadas por similares instrumentos musicales.

La magia de los africanos y la de los indígenas se aceptó mutuamente y hoy lo observamos en las formas casi iguales que tienen los prêtos y los caboclos al presentarse frente al creyente y darle la caridad espiritual.

A los colonizadores portugueses y españoles, que eran muy supersticiosos, les costó aceptar el estado de posesión que fue confundido con el satanismo. Algunos psicólogos denominan hoy ese estado historia colectiva. Aunque el encantamiento de la magia fascinaba a los señores colonizadores de aquella época, debemos recordar que la Umbanda no debe ser vista como un mero folclore sino como una religión de presencia y participación.


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